dijous, 11 de desembre del 2014

L'Ordre Hospitalari de Sant Joan de Déu: entrevista

La meva cosina Mª Lluïsa. 


Quan vaig respondre les preguntes a l'Alba Felip de l'equip de redacció de la revista que publica  la Cúria Provincial de l'Ordre de Sant Joan de Déu, no imaginava que la meva mare es veuria obligada a remenar la maleta de les fotografies antigues. I això va ser perquè a l'entrevista parlo de com una fotografia va decidir la meva professió.  
Una fotografia tan important la deus guardar, oi? La podríem veure?

I és per això que ara he decidit fer una publicació de l'entrevista al bloc,  i de la fotografia de la meva cosina gran.





Pilar Duocastella
Enfermera del servicio de Alergología del Hospital Sant Joan de Déu de Manresa.

Cercana y con una larga trayectoria en la atención y cura de enfermos, Duocastella divide su biografía en dos vertientes: la enfermería, cuyas raíces se encuentran en el Hospital Sant Andreu de Manresa (1979) y la literatura. Hasta ahora ha publicado dos novelas: “Dona i cadira”, traducida al español como “Silla de Anea”, y “El jardi dels Hostes”. Ambas novelas se han versionado para teatro. También ha publicado algunos relatos en los libros colectivos "De tot cor" y "Tot és possible". Actualmente es subdirectora de la revista sociosanitaria Agathos.

Llegó a Sant Joan de Déu a finales de los 80, durante el proceso de fusión con el Hospital de Sant Andreu, donde estaba trabajando como enfermera en cirugía y medicina interna. ¿Qué recuerda de aquél hospital?

Tenía forma de barco, con un gran balcón a babor y un árbol precioso frente la puerta principal. Me incorporé al mismo tiempo que empezaban las maquinas  a taladrar piedra casi debajo mismo de mis pies para convertir aquel hospital pequeñito en un Hospital General. Recuerdo que mi nuevo trabajo, en el servicio de Alergia, requería una gran concentración. Mi atención llegaba a tal magnitud que era capaz de amortiguar el ruido casi permanente de las excavadoras detrás los cristales de las consultas externas.

Nuestra casa ya le era familiar, ¿verdad?
Sí, mi familia estaba muy contenta que trabajara para San Juan de Dios porque dos hermanas de mi padre, las monjas misioneras María y Mercedes Duocastella, habían cooperado con la Orden en África y Latinoamérica. Así que llegué a una morada que me resultaba familiar. 

¿Cómo ha visto la evolución del hospital de Manresa?
El barco de mis orígenes, a nivel de infraestructura, ya no es como era. Desde mi punto de vista, el RMS Queen Elisabeth ya zarpó, cortando sus aguas dirección a un futuro esperanzador. La moderna y minimalista decoración, y los anchos y sobrios espacios de Althaia, hacen tambalear a los que aún recuerdan la barandilla del balcón, o incluso el que fue un Hospital General.

¿Cómo crees que se identifican los valores de San Juan de Dios en un hospital tan grande como el de Manresa?
Los valores corporativos están ahí, incluidos en el código Ético del hospital. La filosofía de San Juan de Dios es una filosofía que tiene como pilares la hospitalidad y la humanización en el proceso de atención de necesidades de los enfermos. Así que los valores siguen vivos. Otra cosa es si a nivel individual y en el acto de cuidar se integran, pero esto ya es harina de otro costal. El proverbio dice “no hagas al prójimo lo que no te gustaría que hiciesen contigo”. Para mi estos valores no tienen religión, ni edad, ni cultura; es un asunto de piel. Con eso me refiero a colocar el ser humano a gran titular y de forma  independiente de las estructuras. Pero no podemos olvidar el contexto y caminar de acuerdo a los desarrollos economico-políticos actuales.

¿Qué es lo que más le gusta de tu trabajo?
Me gustaría explicar cómo decidí dedicarme a la enfermería mediante una fotografía, la fotografía que decidió cual sería mi profesión. Mi prima mayor era enfermera y un día envió un sobre con una imagen suya en el interior que me pareció hermosísima. Vestía de blanco nuclear, sentada con las piernas muy juntas y las medias más finas que jamás había visto. Con la cabeza un poco inclinada y un mechón de su pelo que se escapaba de la cofia, sostenía en su regazo a un recién nacido que ahora debe ser tan solo 6 u 8 años más joven  que yo. Observé las manos de mi prima: delicadas y casi de las mismas dimensiones que el bebé. Mi prima no sonreía, pero tampoco estaba seria. La incubadora estaba junto a ella y el conjunto era tan fascinante que dormí con esa imagen durante mucho tiempo. Creo que nadie como yo, a mi edad, tenía tan segura su profesión.

¿Acertó?

Al principio nada de mi trabajo se parecía a la fotografía y la frustración golpeó duramente mis fantasías. Pero el tiempo concilió ensueños y realidad, una realidad que supera con creces la fotografía de mi niñez. Me gusta que sea un trabajo vocacional y, aunque esto pueda parecer contradecir mi historia con la fotografía, estoy seguro que esta imagen solo despertó mi vocación que estaba ahí, latiendo.













1 comentari :

  1. M'agrada la foto. És entranyable. No recordo haver-la vist mai.
    L'he enviat a la seva propietària.
    La foto de l'inici del teu bloc també la trobo molt simpàtica.
    Una abraçada.
    Anna

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